lunes, 9 de febrero de 2015

Perdices en la niebla


La niebla ocupa Utrera, un manto de partículas de agua atraviesa cada superficie, invade los recovecos. Nada escapa de la niebla. Con su misterio fugaz nos hace pensar en lo efímero de las superficies, en lo endeble de las formas, y si vamos allá, en el fino hilo del que pende lo Real. Así es la niebla: reflexiva.


Con un cien por cien de humedad, me levanté con ganas de perderme en el vapor de agua. Así salí en mi bicicleta y anduve por el carril de arena, entre los campos de trigo. Descubrí que las aves, al igual que nosotros, no ven con claridad entre la niebla. Se quedaban posadas en los arbustos, quietas, a la espera de que la niebla pasara. Podía acercarme mucho a ellas. Parecían no verme.




Un gran número de perdices rojas se alimentaba en el trigal ajenas a mi cámara de fotos. La niebla comenzaba a clarear y la luz empezaba a aportar rotundidad a las formas.


La perdiz roja (Alectoris rufa) es un ave de tamaño medio, de forma rechoncha, fácil de ver. No son muy buenas volando, por lo que son rápidas corriendo. Dicen que un tío mío corría muy rápido, tanto que cazaba las perdices correteándolas, hasta cogerlas con las manos.

El canto que emiten es muy característico, ruidosos cloqueos cortos, que me recuerdan a un rap. Entre ellas no hay diferencias sexuales, así a simple vista. Es decir los machos son aparentemente iguales que las hembras. Tampoco son aves migratorias. Habitan siempre las mismas tierras. Y van en grandes grupos.


La población de perdices de Andalucía se encuentra en regresión. Esto se debe a la intensificación de los medios agrícolas en los que vive y a la inadecuada gestión cinegética.


A pesar de ello, este grupo de perdices rojas, ajena a mi cercanía entre la niebla, se alimentaba despreocupadamente y me proporcionó las magníficas imágenes con las que ilustro esta entrada.




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